¿Cómo podemos volver a un estado de alegría en nuestra vida cotidiana?

Estrés: la primera consecuencia del pensamiento enfermizo

El estrés tiene su origen en un conocimiento insuficiente de nuestro propio funcionamiento interno. Su nivel corresponde a la tensión mental, generada por pensamientos recurrentes que, al acumularse, se vuelven omnipresentes y desembocan en emociones como el miedo.

Con el tiempo, los pensamientos se convierten en sentimientos difíciles de controlar, y luego en emociones que acaban ocupando tanto espacio que ya no es posible tomar la distancia necesaria respecto a los acontecimientos.

El estrés se manifiesta entonces como una serie de emociones como el miedo, la tristeza o la ira, que nos desbordan y nos llevan a estallidos totalmente incontrolados.

La emoción nos inunda, nos habita por completo, tan poderosa es nuestra identificación inconsciente con los pensamientos que nos impide desprendernos de ellos. Nos convertimos en sus esclavos, porque los tomamos como reales y nos asociamos a ellos.

A largo plazo, el estrés contribuye a la aparición de trastornos graves. Cuando se vuelve crónico, contribuye a la infelicidad, al debilitamiento del sistema inmunitario y a la aparición de diversos trastornos y enfermedades, incluido el cáncer, porque altera considerablemente el equilibrio biológico.

Las tres fases del estrés

La fase de alarma: las glándulas suprarrenales liberan adrenalina y otras hormonas para poner al organismo en estado de reaccionar inmediatamente.

La fase de resistencia: al cabo de unos instantes, se produce un aumento de los niveles de colesterol, ácidos grasos y azúcar en sangre, así como de los factores de coagulación, la inhibición de la función de los glóbulos blancos, etc. El organismo libera nuevas hormonas para llevar a cabo las acciones adecuadas, como la huida o la defensa. Si la situación estresante se prolonga sin posibilidad de encontrar una solución, o si se repite con demasiada frecuencia para la persona en cuestión, el organismo se agota.

La fase de agotamiento: En esta fase aparecen trastornos metabólicos y fisiológicos. Algunos órganos o sistemas se debilitan, lo que provoca enfermedades y a veces incluso la muerte. Las víctimas de este tipo de estrés no son necesariamente conscientes de ello. El estrés se ha vuelto tan habitual que se ha convertido en algo normal, e incluso se habla de estrés bueno…

Para aliviar su creciente malestar, algunas personas adoptan comportamientos compensatorios que pueden conducir a la adicción: tabaquismo, alcoholismo, sueño excesivo, compras compulsivas, comer en exceso y aislamiento. Todo ello se suma a un estrés adicional.

Los sistemas operativos establecidos durante la infancia, para compensar una falta de atención, por ejemplo, a veces están profundamente arraigados. ¡Hay tanta autoprogramación!

En esta nueva normalidad, la tristeza también se ha convertido regularmente en una forma de pasar desapercibido, porque hoy en día quien vive en permanente alegría sin motivo aparente, en sintonía consigo mismo, acaba atrayendo los celos y la ira de los demás.

Libérate del estrés: Esto puede lograrse recurriendo a actividades que te ayuden a dar un paso atrás y reconsiderar tu forma de ver el mundo. Técnicas como la meditación, la respiración consciente, la marcha contemplativa, la sofrología y el tai chi sólo pueden ser realmente beneficiosas a largo plazo si también conducen a un despertar, a la toma de conciencia de las causas subyacentes del problema y a cambios definitivos en el comportamiento.

Lo ideal es conocerse de verdad, entrar en otro tipo de educación sobre la vida, aceptar experimentar plenamente la alegría cuando surge.

He aquí una clave de pensamiento que podría cambiar tu destino :

Medita y trabaja sobre esto todos los días hasta que despierte en ti un deseo de cambio concreto.

«Una influencia es una fuerza. Es una energía, una palabra pronunciada, una actitud, un gesto, un elemento particular que te toca y te hace querer reaccionar y a veces incluso rugir, que te hace querer proponer tu propia manera de ver las cosas, que te hace levantarte con más o menos control y diplomacia contra lo que crees injusto, equivocado, hiriente, doloroso… Pero si te enfrentas a estas fuerzas, también te enfrentas a mundos poderosos que están esperando existir a través de ti y alimentarse de tu energía, de tu vida. De este modo, refuerzas las energías que, en última instancia, se desatan contra ti en el corazón de tus sentimientos y emociones, creando dolor y conflicto. Míralos sin juzgar, con neutralidad, desapego, comprensión, respeto y ligereza. Puede que no formen parte de tu manera de ver el mundo, pero existen. Han sido creadas, igual que tú creas otras en afinidad con tus conceptos personales. No te quedes atrapado en estas redes, aprende a bailar con la vida.

Isabelle Métais

9 août 2023