Aprende a maravillarte ante la verdadera riqueza
Un señor «rico y poderoso» y un campesino «pobre» tenían un hijo cada uno.
El señor «rico y poderoso» subió a la cima de una montaña con su hijo, le mostró con orgullo el paisaje que había debajo y le dijo entusiasmado:
– ¡Mira, hijo mío! ¡El día de tu sucesión, todo esto será tuyo!
El hijo sintió una gran euforia, una embriaguez de poder, una intensa felicidad. Pero mientras bajaba lentamente la montaña, su alegría se vio perturbada por pensamientos de miedo: ¿y si su padre cambiaba de opinión? ¿Y si los intrigantes tomaban el poder? ¿Y si su padre moría antes de poder transmitirle todo esto? ¿Y si…?
El «pobre» campesino subió con su hijo a la cima de la misma montaña; le mostró el mismo paisaje y le dijo con amor:
– ¡Mira, hijo mío! ¡Mira qué hermoso y espléndido es todo!
El hijo se quedó allí, atento a los sonidos, los olores, los colores y las imágenes, y se sumergió en la majestuosidad del mundo, con el corazón lleno de alegría y asombro ante aquella majestuosa grandeza… Quedó marcado por este sentimiento y supo alimentarlo durante toda su vida, lo que le hizo bueno, sabio y generoso.
Los pobres no son quienes creemos que son, el dinero puede llenar a la gente de poder, miedo, envidia y celos. La maravilla es el pilar de todas las esperanzas alegres y de una vida hermosa.
Todo está en la forma de mirar las cosas. Pregúntate: «¿Cómo miras el mundo?
Lo que realmente te pertenece no es lo que hay fuera de ti, sino lo que sientes dentro. No es lo que experimentas, sino cómo lo experimentas.