Existe la creencia generalizada de que la sofrología no debe utilizarse en casos de esquizofrenia.
Veámoslo más de cerca.
La sofrología complementa las terapias psiquiátricas.
Quien padece una psicosis está parcialmente privado de la capacidad de comunicarse con los demás. Una psicosis se observa por la incapacidad de vivir de forma differencial, por la indistinción del sujeto y del objeto, por la ausencia de los límites del Yo. Una persona con esquizofrenia puede sufrir ansiedad de fragmentación, experiencias de desrealización, despersonalización, apragmatismo, alucinaciones, anosognosia, clinofilia, incuria, abulia, alogia. Además, puede haber trastornos corporales, trastornos del lenguaje, delirios y elementos disociativos. Estos síntomas dificultan la convivencia con los demás y la existencia de uno mismo.
Si bien la sofrología puede ser de gran ayuda en determinados casos específicos, cabe señalar que en ciertas patologías, este método debe evitarse (estados delirantes agudos, psicopatía, intensidad de un estado disociativo, etc.).
Es esencial que el sofrólogo mantenga los ojos bien abiertos para poder acompañar a las personas allí donde se encuentren y, sobre todo, que sea plenamente consciente de los fenómenos transferenciales y contratransferenciales inherentes a cualquier práctica asistencial.
La relajación dinámica de primer grado (RD1), combinada con ciertas técnicas de presentificación y futurización, activa positivamente la dinámica psico-corporal. Contribuye así a desarrollar y reforzar la toma de conciencia del esquema corporal del individuo tratado.
La Sofrología ayuda a crear y restablecer los vínculos y la capacidad de intercambio y de relación interpersonal. Ayuda a recuperar el sentido del yo, a volver a tejer el sentimiento de existir y de ser. Experimentar con el yo del cuerpo conduce a las personas por el camino de su propia identidad.
El cuerpo nos conecta con la realidad, con lo que realmente es. Reestructurarse a través del cuerpo permite encontrarse con uno mismo.
Las características desarrolladas en el transcurso de una sesión actuarán sobre los límites del ego o sobre los límites de fragmentos del ego: integración del esquema corporal, estructuración temporal, noción de los ritmos respiratorio y cardíaco y de otros ritmos internos, estructuración espacial.
El estado sofro-liminal genera un adormecimiento de la conciencia que conduce a un estado mental de calma, serenidad y concentración.
Es el encuentro del cuerpo y la mente finalmente reconciliados.
La escucha rogeriana es también un elemento clave de la sesión, que combina empatía, congruencia y consideración neutra e incondicional hacia la persona.
Es necesario estar aún más atento en este sector particular que es la psiquiatría.
Esta escucha tiene lugar necesariamente al principio y al final de cada sesión, y tiene en cuenta la experiencia íntima de la persona, la expresión y verbalización de sus propias «vivencias», el sentimiento de ser y de unidad en su identidad de ser humano.
Experimentar el propio cuerpo y habitarlo de nuevo es vital, pero expresar libremente las propias experiencias consolida positivamente el sentimiento de unidad psíquica que emerge de cada intercambio.
Cuando un sofrólogo adquiera las competencias necesarias para trabajar en este campo, seguirá necesitando la supervisión periódica del psicólogo responsable de la persona tratada.